El 29 de enero de 2020 realizamos una ofrenda al Apu Aconcagua. Ese día, más de 300 personas nos reunimos en la base Horcones y siguiendo la guía de un Pampamisayoc de la Nación Q’ero se prepararó el despacho junto a representantes de pueblos originarios: Comunidad Huarpe de Guanacache, Comunidad Inca Q’olla, rezadores de chanupa y público en general.
¿Para qué?
Ofrendamos para reestablecer el equilibrio con la Madre Tierra y estar en Ayni con ella. Procurando el cuidado y protección del agua, así como generando conciencia de lo importante y sagrada que es para nuestra vida y de las futuras generaciones.
Vivimos a los pies del Aconcagua, la montaña más alta de América, en la provincia de Mendoza. Esta zona desértica, convertida en oasis gracias al sistema de riego generado por los Huarpes (pueblo originario de la región), atraviesa épocas de sequías cada vez más intensas.
Somos pueblos andinos que, debido al exterminio de los pueblos originarios de la región, hemos perdido gran parte de la conexión con lo sagrado que habita en nuestra tierra y sus montañas. Hoy buscamos recordarla.
Sentimos que es tan importante generar políticas y prácticas de cuidado del agua y la tierra, como también ocuparnos de la parte sagrada de ese cuidado, donde interceden Fuerzas Mayores con las que podemos comunicarnos a través del rezo.
¿Por qué el 29 de enero?
Elegimos esta fecha tomando como referencia el momento en que en 1985 se retiró la Ofrenda Inca conocida como “El Niño del Aconcagua”. Ésta, como hoy podemos saber, había sido un pago que hace unos quinientos años los Incas hicieron al Aconcagua luego de 50 años de sequía.
Por lo que se ha logrado descubrir mediante estudios científicos, el niño comparte un ADN muy antiguo de la civilización peruana Wari, previa a la incaica. Su origen corresponde a la región andina de Perú, desde donde recorrió 2.600 kilómetros para llegar al Aconcagua.
El Niño fue retirado del lugar donde se encontraba el día 28 de enero y el 29 pasó por Confluencia, lugar donde se realizó la ofrenda y donde, según se ha logrado determinar, era el sitio donde se alzaba el altar desde el que partió el niño hacía su capacocha.
¿Qué sucedió en 2020?
El grupo se reunió en Horcones y se dispuso a preparar la ofrenda siguiendo la guía de Pampamisayoc de la Nación Q’ero, Marcelino Huaman, y con la participación de todos los presentes y representantes de pueblos originarios que fueron sumando sus Quintus de hojas de coca, soplando sus rezos de agradecimiento al Apu y el pedido por la protección del Agua.
Una vez listo el despacho, parte del grupo se dirigió hacia Confluencia para hacer entrega de la ofrenda al Apu, en una boca que se abrió en Pachamama y que quedó como espacio estable de ofrenda. Al mismo tiempo, otra parte del grupo permaneció abajo, continuando con el rezo al Agua.
Cerca de 300 personas subieron hasta Confluencia a 3.368 msnm y bajaron con bien. Al soplo de los sikuris, guiados por la convicción y alegría de estar aportando a la restitución del equilibrio.
Ese día se sembró la semilla para que el 29 de enero sea la fecha en que todos los años nos encontremos ofrendando al Apu mayor de América.
La continuidad
En 2021, debido a la situación mundial de pandemia, el ingreso a Aconcagua se encontraba cerrado. En 2022 un pequeño grupo dio continuidad al rezo y volvió a subir a Confluencia para challar la pacheta de la Ofenda, con vino y agua, y renovar el compromiso.
Compromiso con el Propósito de colaborar a reestablecer el equilibrio con nuestra madre tierra a través de la recuperación de las ceremonias de ofrenda a las montañas sagradas, al Apu Aconcagua en particular. Para agradecer su guía, protección y todo lo que nos brinda y pedirle que interceda por el cuidado del agua para que ésta pueda fluir abundante y cristalina para las futuras generaciones.