Gozar de buena salud
Éste es un gran trabajo que se debe ejercer de un modo integral desde todos los aspectos fundamentales de la vida: emocionales, físicos, espirituales, psicológicos, económicos, ecológicos, culturales, familiares, etc. Aspectos en relación con nosotros, la Madre Tierra, el Padre Sol, el Gran Espíritu y una visión espiritual más profunda.
Si todos esos aspectos están en orden y están abarcados en nuestros quehaceres diarios podremos llegar a una buena salud. Y a gozar con buena salud. Porque una vez que alcanzamos dicho estado, aparecen los otros aspectos de la vida. Cuando nos encontramos también en armonía con todas esas partes, ahí estamos en salud, relacionándonos con el todo.
El eje central de una persona saludable es tener sanadas todas las relaciones. Las relaciones que existen con el ejercicio, la nutrición, con nuestra familia, con el Gran Espíritu, con la tierra, etc. Es una relación, es una actitud frente al suceso, al evento que estemos definiendo. Por ejemplo: una persona que está muy pegada a la alimentación y cree que a la alimentación le va a pedir todo, está cometiendo el grave error por distraerse o no prestarle verdadera atención a los otros aspectos de la vida o a las otras relaciones que tenemos.
El cuerpo interno sabe muy bien cómo arreglar sus problemas, un corazón enfermo, un hígado enfermo tienen la capacidad de sanarse a sí mismo, sólo que nosotros no tenemos que interrumpir ese proceso. Y una persona que está alejada del agua, del aire, de la tierra y del sol, que son los cuatro pilares fundamentales de cualquier sistema de vida, se encuentra más lejos de la salud. Nosotros, en el fondo, sabemos bien lo fundamental y lo esencial que es estar cerca de ellos para el cuerpo y para la vida.
Es importante recordar que debemos dejar a nuestra sabiduría innata expresarse y para ello es necesario estar libres de químicos, pesticidas, alcohol, azúcares y harinas que lo único que hacen es entorpecerla. Cuando el cuerpo está lleno de ellos lo primero que quiere hacer es sacárselos de dentro y, como no ha venido diseñado para los químicos que nos están poniendo gratis en la vida, estos se acumulan en el cuerpo y destruyen la expresión de esa inteligencia innata.
Es allí donde la medicina alopática trabaja cómodamente quitando los síntomas cuando las personas están alejadas de sí mismos, alejadas de la espiritualidad, alejadas de la educación, alejadas de las relaciones familiares. Así, la primera atención, escucharnos a nosotros mismos, es fundamental y para eso hay que estar despierto, bien descansado, con buen ejercicios físico, bien alimentados, con nuestros desechos fuera del cuerpo.
Hacer silencio, hablar claro, ceder la palabra, pedir permiso, encender un fuego, tener amigos y amigas. Esa es la medicina que necesitamos. Y fundamentalmente necesitamos estar en armonía con nuestros hermanos y hermanas, con la gente con la que compartimos el trabajo, con la gente con la que compartimos el cuerpo, compartimos el alma, con los animales del aire, del agua y de la tierra, con los microorganismos.
Tal vez nos está faltando una espiritualidad terrenal donde involucremos a lo económico, a lo ecológico y a lo sustentable dentro de las prácticas espirituales. Si miramos a los antiguos americanos, ellos tenían muy claro ese concepto de ofrenda, de ayuno, de temazcalli, de plantas, del fuego y eso daba un pilar más fuerte, que es una espiritualidad terrenal.
¿Les estamos enseñando a los niños y a las niñas a saber qué es lo que necesitan? Los adultos recién estamos aprendiendo cuáles son las necesidades básicas para entender a los cachorros. Ellos no tienen que hacer ese esfuerzo: ellos saben lo que necesitan, si no que nunca les hemos enseñado a expresarlo. Los que tenemos que aprender, y no olvidar nunca, somos los adultos. Es decir, aprehender a dejar fluir la energía de los niños y de las niñas a su forma. Ellos saben para dónde tiene que ir.
Dejar de aprender es dejar de ser niños, en esta sociedad cuando uno culmina eventos, universidades, etc. deja de ser niño y se deja de cuestionar como se cuestionan los niños, ese es un punto de inflexión profundo. Y si no nos cuestionamos ¿cómo vamos a escuchar esa inteligencia innata que siempre nos está avisando qué necesitamos?
Por: Diego Puebla, Médico Naturista MP 11.109. Fuente: Axis Quiropráctica